16 de abril, 2023
- Lo encuentro a las 3 p.m. en la barra del Hooters viendo el partido, tal y como me lo anticipó la señorita Flores. No va acompañado pero le sonríe a la mesera.
- Lo observo a detalle desde una mesa: bigote denso, mirada coqueta, postura ligeramente jorobada, aunque podría ser por el banco alto en el que está sentado. Trae una chamarra de los Vaqueros de Dallas (pintan para buena temporada este año). Casi me dan ganas de acercarme a platicar con él sobre el partido.
- Pide una cerveza artesanal que no conozco pero que se ve tan fresca. La bebe directo de la botella con impaciencia, como cuando alguien recibe a su novia después de un largo viaje. Cincuenta minutos y dos cervezas después, le deja una propina generosa a la bartender rubia, sale por la puerta principal y pide su coche en el valet parking.
- Tengo que dejar a medias mi plato de alitas y los dedos de queso casi sin probar. Pago la cuenta con prisa; se tardan un montón en entregarme la bolsita para llevar. Cuando salgo todavía alcanzo a ver el modelo de su coche: Nissan Sentra, con placas que terminan en 2J5. Cuando llega el mío, acelero por Revolución en dirección sur para alcanzarlo. No lo hallo. Demasiado tarde me viene a la mente la advertencia de la señorita Flores: “es bien escurridizo y se me desaparece todo el tiempo”. Quizás este tipo hasta sospecha que lo estoy siguiendo.
- Acelero todavía más —de suerte no hay policías— y por fin lo identifico, frenado bajo un semáforo. Freno apresuradamente. Con buenos reflejos evito el choque; a lo mucho le doy un tallón suave a su defensa trasera. Me ve por el retrovisor con ojos enojados encima de su bigote y toca el claxon varias veces. Parece que se va a bajar y arruinar mi primer trabajo; pero afortunadamente mira hacia el frente y arranca. (Nota: mejor no beber).
- Se va en dirección sur y toma la carretera a Cuernavaca/Acapulco. Le marco a Magda para avisarle que no llego a cenar. Me cuenta que la del cubículo de junto la sigue acusando de puras tonterías con el jefe (Nota: por estarla tranquilizando se me fue guardar el ticket de la caseta, pero igual hay que cobrarle el trayecto y la gasolina a la Srita. Flores).
- Nos seguimos de largo pasando Cuernavaca y, con una distancia muy prudente, lo sigo cuando entra en la fonda Cuatro Vientos. Al bajarse del coche, desde lejos se le queda viendo raro al mío, pero necesitaría memoria fotográfica para haberlo reconocido. (Nota: el Smart amarillo igual llama mucho la atención. Ahorrar y cambiarlo por otro). Pido una mesa alejada de la suya y me siento viendo hacia él. Aprovecho para pedir unos sopecitos de cecina.
- Una hora después, retomamos la carretera. No hay mayor incidente de ahí hasta Acapulco, aunque sí me salva que él se detiene a cargar gasolina antes de Chilpancingo (Nota: a la siguiente, tanque lleno, siempre. Eso sí ya lo sabías).
- Bajamos hacia la bahía de Acapulco y me perfilo atrás de su auto para entrar al hotel Playa Suites. Me escondo en un rincón del estacionamiento: es de noche pero el amarillo del coche sigue saltando mucho. Baja una maleta de la cajuela. Veo que entra al hotel y hago lo mismo para no perderlo de vista. Cuando llego escucho que le están dando la llave de la habitación 1102, pero no alcanzo a oír si ya hay alguien esperándolo o si acaba de pedir el cuarto.
- Lo veo desaparecer en el elevador. La recepcionista me descubre detrás de la pared y me pregunta si necesito hospedaje. Salgo apresurado para no tener que contestarle Entro al coche y me preparo para pasar la noche ahí. Los dedos de queso ya están fríos y un poco chiclosos.
17 de abril, 2023
- Despierto asustado. Ya es de día, el reloj de mi celular dice que son las 9:24 a.m. Me bajo y troto angustiado varios minutos. Al fin lo identifico, asoleándose en un camastro en la playa. (Nota: mantenerte despierto escuchando podcasts no funciona, son locuras de Magda).
- Me siento en el bar de la playa para pasar desapercibido mientras lo observo. (Nota: a la siguiente trae varias mudas de ropa en la cajuela para evitar estar con traje y corbata). Solo pido dos cervezas, y un Baileys, que no cuenta como licor fuerte.
- Pasan dos horas y cuarto. Hay una mujer de bikini recostada en un camastro cerca del suyo, pero desde donde estoy sentado no alcanzo a ver si se conocen o si solo coincidieron ahí. No me quiero acercar más, con mi atuendo van a pensar que soy el de seguridad.
- Veo que se levanta y se va caminando por la arena. Tras mucho dudar, decido perseguirlo. Recorremos como medio kilómetro y luego se mete al mar. Con esta vestimenta me toca esperarlo en la orilla; aprovecho para sacar la arena que se me metió entre calcetín y zapato. Lo miro bracear con un estilo peculiar, que no sé si es mariposa o una variante nueva de crol.
- Cuando llega nadando a la parte donde rompen las olas, gesticula repetidamente con ambos brazos, como saludando a alguien. No hay nadie más nadando cerca, así que recorro con la mirada a todos los que están descansando en la playa. Alguna —es más, quizás alguno— debe ser ese amorío escondido que estoy tan cerca de descubrir. Pero nadie responde a su saludo.
- Miro nuevamente hacia el mar y me espera una sorpresa. El bigotón me está viendo directo a mí. Está aterrado, claramente me reconoce de anoche; desde lejos hasta parece que se está poniendo morado del coraje. ¿Me habrá visto tan a detalle cuando chocamos? Hace ademanes abruptos con las manos, salpicando agua en varias direcciones durante varios segundos. Me apresuro a esconderme detrás de una palmera.
- Lo veo sumergirse. Espero y espero, pero no veo por dónde sale. En algún momento aparece la señora de bikini que estaba junto a él antes, y me sobresalto de verla gritar como loca en dirección al mar. Ha de estar muy enojada que a ella también se le escapó.
- Ahora que se me fugó el señor va a ser un problema cobrarle el finiquito a la Srita Flores; me regreso decepcionado al bar de la playa para redactar mi reporte final. (Nota: parte de la culpa es de ella. Bien pudo advertirme que se trataba de un buzo experimentado.)